No puedo llamarme amigo de Andrés Aberasturi. Nunca hemos hablado y la única vez que lo vi en persona él estaba sobre el escenario, en el bello auditorio de Cuenca, y yo sentado entre el público; en primera fila, eso sí, porque María, sabiendo de la admiración que le tengo, no sólo me había invitado, sino que había conseguido las mejores localidades para un recital de poemas suyos: Un blanco deslumbramiento.
De esto han pasado ya algunos años… y muchos más desde que empecé a seguirlo en televisión y en radio, cautivado siempre por su voz, por su estilo y por su bella manera de decir lo que piensa, de convertir en poesía hasta lo más prosaico. Así es que uno de los primeros textos que preparé para el bloc, para este apartado de “Lo que escriben sus amigos”, fue éste de Tú eres la belleza. Me lo envío Mari Lucre, hace miles de años, cuando aún no estaba enferma y, tan detallista como siempre, cual moderna amanuense, lo copió a mano pacientemente, en dos columnas, con capital roja y encabezado con una de sus frase entresacada del texto: “Tal vez mi cuerpo no resulte hermoso, pero todo cuanto en él se contiene sí lo es”… Os recomiendo la lectura completa:
“De la belleza se ha dicho casi todo, incluso la verdad; es decir, que no existe más allá de la química ni más acá del amor. No tiene reglas fijas, ni medidas, ni cánones; es engañosa lo mismo que la aurora, triste como un septiembre, convulsa como la mar, recóndita como un tesoro, inútil como la muerte, frágil como el cristal, violenta como una daga, opaca como un dolor, íntima como la noche, amarga como un final.
No existe la belleza más que dentro de nosotros mismos y sólo desde lo más íntimo de nuestro ser puede romperse la coraza de vulgaridad para que brote la hermosura.
Os confieso que yo amo mis ojos verdes, de un verde inadvertido, saltones, misericordiosos, guardadores perpetuos de las lágrimas que aún tengo que llorar.
Y amo mis piernas, que ni son largas ni hermosas, pero que me mantienen orgullosamente en pie sobre esta tierra que habito.
Y amo mi boca y cada uno de mis dientes, porque con ellos muerdo las tragedias o simplemente beso.
Amo también esta nariz descomunal, mi pelo que fue indómito y que ya apenas es, y me siento orgulloso de mis manos cuadradas, de cada uno de mis dedos que tienen vida y proyectan el futuro.
Pero amo mucho más que lo visible; amo mi corazón que es más que un simple músculo, que no recibe órdenes, que se acelera cuando quiere y se serena después de la batalla.
Y amo de igual forma mis entrañas, y las venas que me cruzan y la sangre que me brota de mis cinco costados.
Porque tal vez mi cuerpo no resulte hermoso, pero todo cuanto se contiene en él sí lo es.
Porque sólo mis ojos te ven como te veo y sólo mis piernas se saben de memoria tu camino, lo mismo que mi boca te prueba cada día, y mi nariz te huele y te descubre más allá del perfume y las esencias. Porque mis manos se han hecho a tu medida y te aploman en los días más tristes, y cada uno de mis dedos bucea en tu cuerpo cuando es tiempo de caricias o te alisan las cejas cuando duermes y sueñas.
Si a través de mi cuerpo te reconozco y amo, si gracias a él amo y reconozco el mundo, ¿cómo no amarme a mí mismo y hasta reconocerme hermoso si los demás me aman?
Ahí está mi belleza, la única posible, la que brilla un instante como esas mariposas de ciudad que nacen para morir el mismo día, borrachas de color y vida, sobre el asfalto negro.
A través de ti me siento hermoso y fuerte y sé que puedo echarme a llorar entre tus brazos porque la auténtica belleza, la que nada sabe de rímel y de sombras, de pinceles y lacas, ha de cubrirme todo mientras dure la noche y esta desesperanza tenue que hoy me habita con razón y sin tregua."
No hay comentarios:
Publicar un comentario