No diría del todo la verdad si incluyera a Adriano del Valle entre mis autores preferidos… Y, sin embargo, versos suyos fueron no sólo los primeros que escuché, sino los primeros que, sin tener que cerrar los ojos, me permitieron ver, más allá de las paredes de mi cuarto, una selva rezumante de vida; más allá de la pelada bombilla de ciento veinticinco vatios, la luna llena; más allá de mis lágrimas, las de un elefante que tampoco quería dormir...
Ahora sé, porque lo he averiguado gracias a Internet (mi cultura no da para tanto), que Adriano del Valle fue un gran amigo de la familia de Borges y del poeta portugués Fernando Pessoa, con el que intercambió cartas durante muchos años… y que hablar de Adriano del Valle es hablar de uno de los máximos representante del movimiento ultraísta español. Antes (aunque no mucho antes), sólo sabía que era el autor de la “Canción de Cuna de los Elefantes”, el poema que mi padre, teniéndome en brazos, me recitaba cuando yo lloraba porque no me quería dormir. Es uno de los recuerdos más antiguos que conservo y, junto a él, me han acompañado durante medio siglo esas imágenes de la selva iluminada por la luna y algunos versos que, cuando he tenido la ocasión, he repetido al oído de algún niño que llorara en mis brazos.
Hoy quiero compartir este recuerdo con todos vosotros… este recuerdo y este poema (quién sabe si alguno lo necesitará esta noche para conciliar el sueño).
Canción de Cuna de los Elefantes
El elefante lloraba
porque no quería dormir…
Duerme, elefantito mío,
que la luna te va a oír…
Papá elefante está cerca;
se oye en el manglar mugir.
Duerme, elefantito mío,
que la luna te va a oír…
El elefante lloraba
con un aire de infeliz
y alzaba su trompa al viento;
parecía que en la luna
se limpiaba la nariz…
Duerme, elefantito mío;
¿por qué no quieres dormir?
Estoy mirando la luna
que muy pronto se va a ir.
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