El sábado pasado, regresando de Madrid, contemplaba Eliana el paisaje manchego que tanto le hechiza desde que llegó a España: ese tapiz de rojos y ocres, verdes y amarillos que se combinan con infinidad de matices, que varían de una a otra estación del año, y aún de una a otra hora del día. Sólo quien lo haya gozado con sus propios ojos podrá llegar a saborear plenamente la pintura de Benjamín Palencia. Atardecía y el cielo azul, que se oscurecía en nuestro horizonte, se tornaba naranja, malva y rojo a medida que el sol se ponía a nuestras espaldas e iba desapareciendo, en busca del mar, donde quedaría convertido en un único y fugaz rayo verde… Tan verde como el trigo y la cebada que, convertidos en alfombra, habían empezado a cubrir los campos manchegos en los que aún duermen, desnudas, las cepas de las viñas. “¿Cuándo saldrán las amapolas?”, me preguntó. “No sé –le confesé–, pero ya no tardarán mucho”. Era verdad. Sólo dos días después, regresando el martes del trabajo, pude contemplar las primeras desde el coche; el miércoles eran tantas que ya no había que buscarlas, eran ellas las que salían al encuentro de los ojos. Así que, como cada primavera, volví a recordar el poema de Juan Ramón Jiménez que, siendo niño, tanto me gustaba… y me dije: en cuanto pueda, lo cuelgo en blog. Aquí lo tenéis:
Novia del campo, amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿te quieres casar conmigo?
Te daré toda mi alma,
tendrás agua y tendrás pan.
Te daré toda mi alma,
toda mi alma de galán.
Tendrás una casa pobre,
yo te querré como un niño,
tendrás una casa pobre
llena de sol y cariño.
Yo te labraré tu campo,
tú irás por agua a la fuente,
yo te regaré tu campo
con el sudor de mi frente.
Amapola del camino,
roja como un corazón,
yo te haré cantar al son
de la rueda del molino;
yo te haré cantar, y al son
de la rueda dolorida
te abriré mi corazón,
¡amapola de mi vida¡
Novia del campo, amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿Te quieres casar conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario