lunes, 24 de julio de 2017

ROMANCE DE LA LOBA PARDA

ROMANCE DE LA LOBA PARDA


Recuerdo, con más asombro cada día, el encanto de las historias que nos contaba papá; ya fueran relatos, poemas, canciones o retahílas. Alguno de sus cuentos no los he vuelto a escuchar jamás; como es el caso del que él llamaba “Los muchachicos de la torre” y al que yo titularía “Carne de culo”, si algún día me decidiera a escribirlo… Otro de ellos se lo oí contar a Maricuela, una cuentacuentos aragonesa y genial, una de esas noches mágicas del 16 de enero en las que en Chelva se escuchan o escuchaban historias maravillosas a la luz de las hogueras, al calor de las palabras; éste tiene que ver con un fraile motilón y una hormiga; he encontrado algunas versiones (recogidas siempre de la tradición oral), pero Maricuela repetía las mismas voces y los mismos gestos que empleaba mi padre… De entre las canciones que nos cantaba, recuerdo la de Pimpón (que inspiró uno de mis primeros cuentos: “Pimpón, el mago”, nunca publicado); algunas de sus retahílas todavía se las repito yo a los niños y, de los poemas, ya dejé aquí constancia de la “Canción de cuna de los elefantes”, de Adriano del Valle; es la entrada del blog que más visitas sigue recibiendo y no hace mucho me escribió un nieto del poeta, que mantiene viva en Internet una bella página dedicada a su abuelo: “El blog de Onda”; otro de los poemas que le gustaba recitar y que algún día evocaremos aquí es el de Gabriel y Galán, “Mi vaquerillo”… mas hoy le toca el turno a este romance anónimo, uno de sus preferidos y que más veces le escuché recitar:


        Estando yo en la mi choza,
pintando la mi cayada, 
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada; 
mal barruntan las ovejas, 
no paran en la majada. 
Vide venir siete lobos
por una oscura cañada. 
Venían echando suertes
cuál entrará a la majada; 
le tocó a una loba vieja, 
patituerta, cana y parda, 
que tenía los colmillos
como punta de navaja. 
Dio tres vueltas al redil 
y no pudo sacar nada; 
a la otra vuelta que dio, 
sacó la borrega blanca, 
hija de la oveja churra, 
nieta de la orejisana, 
la que tenían mis amos
para el domingo de Pascua. 
        — ¡Aquí, mis siete cachorros, 
aquí, perra trujillana, 
aquí, perro de los hierros, 
a correr la loba parda! 
Si me cobráis la borrega, 
cenaréis leche y hogaza; 
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi cayada. 
        Los perros tras de la loba 
las uñas se esmigajaban; 
siete leguas la corrieron 
por unas sierras muy agrias. 
Al subir un cotarrito 
la loba ya va cansada: 
        —Tomad, perros, la borrega, 
sana y buena como estaba. 
        —No queremos la borrega, 
de tu boca alobalada, 
que queremos tu pelleja 
pa’ el pastor una zamarra; 
el rabo para correas, 
para atacarse las bragas; 
de la cabeza un zurrón, 
para meter las cucharas; 
y las tripas pa vihuelas, 
para que bailen las damas. 



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