ROMANCE DE LA LOBA PARDA
Recuerdo, con más asombro cada día, el encanto de las historias que nos contaba papá; ya fueran relatos, poemas, canciones o retahílas. Alguno de sus cuentos no los he vuelto a escuchar jamás; como es el caso del que él llamaba “Los muchachicos de la torre” y al que yo titularía “Carne de culo”, si algún día me decidiera a escribirlo… Otro de ellos se lo oí contar a Maricuela, una cuentacuentos aragonesa y genial, una de esas noches mágicas del 16 de enero en las que en Chelva se escuchan o escuchaban historias maravillosas a la luz de las hogueras, al calor de las palabras; éste tiene que ver con un fraile motilón y una hormiga; he encontrado algunas versiones (recogidas siempre de la tradición oral), pero Maricuela repetía las mismas voces y los mismos gestos que empleaba mi padre… De entre las canciones que nos cantaba, recuerdo la de Pimpón (que inspiró uno de mis primeros cuentos: “Pimpón, el mago”, nunca publicado); algunas de sus retahílas todavía se las repito yo a los niños y, de los poemas, ya dejé aquí constancia de la “Canción de cuna de los elefantes”, de Adriano del Valle; es la entrada del blog que más visitas sigue recibiendo y no hace mucho me escribió un nieto del poeta, que mantiene viva en Internet una bella página dedicada a su abuelo: “El blog de Onda”; otro de los poemas que le gustaba recitar y que algún día evocaremos aquí es el de Gabriel y Galán, “Mi vaquerillo”… mas hoy le toca el turno a este romance anónimo, uno de sus preferidos y que más veces le escuché recitar:
Estando yo en la mi choza,
pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas,
no paran en la majada.
Vide venir siete lobos
por una oscura cañada.
Venían echando suertes
cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja,
patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos
como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil
y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio,
sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,
nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos
para el domingo de Pascua.
— ¡Aquí, mis siete cachorros,
aquí, perra trujillana,
aquí, perro de los hierros,
a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis,
cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba
las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron
por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
la loba ya va cansada:
—Tomad, perros, la borrega,
sana y buena como estaba.
—No queremos la borrega,
de tu boca alobalada,
que queremos tu pelleja
pa’ el pastor una zamarra;
el rabo para correas,
para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón,
para meter las cucharas;
y las tripas pa vihuelas,
para que bailen las damas.
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